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Feliz 2014

martes, 31 de diciembre de 2013


Esta época del año nos pone más reflexivos que de costumbre. En mi caso, mi mente se convierte en cine que proyecta mis hazañas del año; es como una maratón de recuerdos de diferentes géneros, lo que tienen en común está en la lista de créditos: sé que sin Dios nada de lo que viví hubiera sido posible, él me rodeó y llenó con su amor y sus detalles mantuvieron mi corazón enamorado.

Ahora, un nuevo tramo de camino para recorrer está frente a nosotros, es el 2014 que está listo para estrenarse. Estamos comenzando otra vuelta en la carrera de la vida; la expectativa por las cosas que vendrán en este año y los entusiastas comentarios llenan el ambiente.

Hay algo que la mayoría de nosotros tenemos en común: queremos ser mejores y guardamos la esperanza de que en verdad las cosas pueden serlo. Esta época del año pone al descubierto ese gran anhelo que hay en cada persona, por algo más grande, por estar completos, por tener paz. 

Estamos dispuestos a trabajar duro para lograr nuestras metas y las escribimos para no olvidarlas, no hay problema en eso. El problema surge cuando nuestra motivación para lograr lo que nos hemos propuesto es llenar un vacío en nosotros. Cuando luchamos solo por nosotros mismos terminaremos más cansados y aún vacíos. Como diría San Agustín: "mi alma está inquieta, hasta que descanse en ti [Dios]"

Nada de lo que puedas lograr te va a llenar por completo, porque no fuimos hechos para ser llenos por nuestra autosuficiencia y nuestros logros. El apóstol Pablo, quien por todos sus antecedentes pudo haber tenido mucho de qué jactarse, dijo que todo lo que consideraba ganancia, lo estimó como pérdida por amor de Cristo. (Fil 3:7). 

Dios es fiel, y cuando decido alinear mis metas con sus propósitos, dejando que Él sea el Señor, puedo por fin descansar. Sigo esforzándome y sigo caminando mientras soy moldeada por Él, pero puedo vivir un día a la vez porque aunque aún no llego al final, y aunque el camino por delante es largo, sé que soy completa y mi esperanza un día será cumplida en su totalidad. 

Pablo lo dice mejor:

No quiero decir que ya llegué a la perfección en todo, sino que sigo adelante. Estoy tratando de alcanzar esa meta, pues esa es la razón por la cual Jesucristo me alcanzó a mí. (Filipenses 3:12 PDT) 

Es mi oración que podamos vivir un día a la vez, en el aquí y ahora, con nuestros ojos abiertos a lo que Dios hace, él es siempre fiel; y con nuestras vidas dispuestas a servir en cada oportunidad que se presente.

Feliz Navidad.

martes, 24 de diciembre de 2013



Mi ciudad está iluminada. La navidad hace que en la mayoría de las calles haya por lo menos alguna pequeña hilera de luces multicolores. No solo son las luces, por estos días se respiran aires de generosidad, cordialidad y de otras cosas buenas. Mi dermatólogo, hace unos días me extirpó un quiste gratuitamente como regalo navideño. Un guarda de seguridad me dejó pasar con el equipaje de mi abuela hacia el bus (solo ella podía pasar, porque era quien viajaba) y todo por ser navidad. Ambos respiraban ese aire. Y no solo ellos, en la calle he escuchado a otras personas justificar sus buenos actos bajo ese lema.

Lindo ¿no?

Generosidad, alegría, unidad, fraternidad, recogimiento. Son palabras que usualmente se usan para describir esta época.

…pero usted al igual que yo, sabemos que no siempre son adecuadas.
Algunos, de hecho, viven una experiencia navideña que se acerca más a lo opuesto.

Es desafortunado ver cómo algunos contraen deudas, para cumplir por estas fechas las expectativas generadas por la sociedad de consumo.

Encienda la televisión, mire los múltiples anuncios que nos invitan a aprovechar los bonos navideños para conseguir aquello que no necesitamos (¡si nos persuaden en el día estando bien despiertos imagínense su efecto en la noche!). Justo después de los comerciales, llega la emisión de noticias presentando los últimos accidentes de tránsito y las muertes producidas por conductores ebrios. En definitiva, un mes de excesos y contrastes.

Si usted al igual que yo, ha sido engañado por la enternecedora figura de Papá Noel, lo invito a que más bien enfoque su mirada, no en el gordito comercial, sino en la no solo enternecedora sino conmovedora figura del bebé en el pesebre.

Piense un momento, si en Jesús Dios decide revelarse plenamente, si él es la imagen del Dios invisible como dice Colosenses 1:15 ¿qué nos dice la primera navidad acerca de Él? 

Hay dos palabras que se me vienen a la mente al instante: vulnerabilidad y humildad. Si usted ha creído en el gran misterio del Dios humanado, el Dios que decide habitar entre nosotros, no dejará de maravillarse ante su decisión.

El autor Philip Yancey lo expresa de una bella manera:

El Dios que creó la materia tomó forma dentro de ella, como un artista se pudiera convertir en un punto de un cuadro o un dramaturgo en un personaje de su propia obra.
Prosigue el autor: “Dios, quien no conoce límites, asumió los confines sorprendentes de la piel de un niño, las limitaciones ominosas de la mortalidad”.

La navidad, es entonces la celebración de que Dios se hizo como uno de nosotros para expresar el inexpresable amor divino hacia la humanidad. En Jesús, Dios elige otra manera de presentarse como el Dios que desea habitar en medio de su pueblo, como Emanuel, ya antes a través del tabernáculo y el templo lo había indicado. Ahora, en aquel frágil y vulnerable bebé judío, nos sigue invitando a que lo miremos como próximo, cercano, como aquel Dios que no es indiferente ni ajeno a nuestros sentires. 


En ese establo yacía la esperanza encarnada. ¡La luz llegó al mundo! como diría el apóstol Juan. 

Que nuestra celebración navideña pueda recuperar tal significado. Que las luces nos recuerden la gran Luz que vino al mundo.Que nuestros actos de generosidad y servicio se desprendan de nuestro agradecimiento a Dios, por habernos entregado el regalo más preciado, jamás dado, Su propio hijo.

Dios dirige su mensaje a todos, a quienes viven esta época con excesos y a quienes la viven con austeridad, a quienes la viven para otros, y a quienes la viven para sí mismos.

Aunque cueste creerlo, no olvide que Dios es como se nos mostró en Jesús, ¡incluyendo su nacimiento! Yancey, lo dice así: "Los acontecimientos de la navidad apuntan de forma inexorable a lo que parece una contradicción de términos: un Dios humilde". 

¿No le parece ese un motivo suficiente para celebrar?

Feliz Navidad.

Imitar a Jesús.

martes, 17 de diciembre de 2013



Por definición, entonces, el Reino se parece a Jesús. Esta es su esencia. Y participamos en este Reino en la medida –y solo en la medida- en que nos parecemos a Jesús.

Por ello, el Nuevo Testamento pone tanto énfasis en imitar a Jesús. Por ejemplo, Pablo manda a los efesios a, “Ser imitadores de Dios”. Él explica entonces lo que quiere decir exactamente cuando añade, “Vivan en amor, así como Cristo nos amó y dio su vida por nosotros” (Efesios 5:1-2). Piensa seriamente en esto. Estamos llamados nada menos que a imitar a Dios. Esto es precisamente lo que significa ser “santo” o “como Dios”. La palabra griega para imitar significa “hacer mímica” ser “mimo” o “sombra” de alguien más. Así mismo estamos llamados a ser la sombra que Jesús emite. Una sombra nunca hace algo distinto de lo que la emite. Así también debemos hacer lo que vimos hacer a Dios en Jesucristo. Debemos amar como Cristo nos amó en el Calvario. Nada más y nada menos.

Pablo enfatiza que la calidad del amor expresada en el Calvario es algo en lo cual estamos llamados a vivir. El amor no es algo que se supone debamos hacer ocasionalmente, cuando es conveniente, cuando estemos con buen ánimo o cuando nos guste la otra persona. Más bien, la calidad de amor del Calvario es algo que debe ser tejido dentro de la fábrica de nuestra vida – nuestra respiración, nuestras ondas cerebrales y los latidos de nuestro corazón. El momento de tu llamado para amar es cuando respiras, cuando estás consciente, cuando tu corazón late.

El apóstol Juan enseña esencialmente la misma cosa cuando define el amor como “Jesucristo entregando su vida por nosotros”. Él luego añade que por esta razón, “también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (I Juan 3:16). Estamos llamados a amar, lo cual significa que hemos de reproducir el amor expresado en el Calvario hacia los demás.


Este amor en el cual estamos llamados a vivir no es un sentimiento o algo abstracto: éste siempre toma forma en la acción – como el amor de Dios lo hizo en el Calvario. Y esta es la razón por la que Juan inmediatamente nos provee de una ilustración concreta pare referirse a este amor.

Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en Él? Queridos hijos no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad. (I Juan 3:17-18)
Este es el Reino de Dios. De hecho, esta es la definición de “Cristiano,” de ahí lo de parecerse a Cristo. Esto no consiste principalmente en pensar y decir las cosas correctas – “la doctrina correcta” como muchos insisten. Se trata de hacer las cosas como Jesús. Consiste en la calidad de ACCIÓN expresada en el Calvario. En sacrificarte para satisfacer una necesidad cuando la veas. En imitar a Cristo con cada respiración, onda cerebral y latido del corazón.

Porque estamos llamados a amar como Cristo nos amó, debemos amar sin considerar quienes lo merecen y quienes no. Nunca debemos permitir que el sentido común triunfe sobre el amor que estamos llamados a dar. Jesús nos enseñó:

Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan. … amen a sus enemigos, háganles bien, y denles prestado sin esperar nada a cambio… Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. (Lucas 6:27-28, 35-36)
A esto se parece la calidad del amor expresado en el Calvario, y a esto, por definición, es a lo que se parece el Reino de Dios. Debemos ser misericordiosos como el Padre ha sido misericordioso con nosotros – incondicionalmente e indiscriminadamente.



[Tomado de ReKnew]

El Reino de Dios es Jesús.

viernes, 6 de diciembre de 2013


Vivir con una consciencia de Reino: Parte II


La verdad es que no hay nada obvio acerca del Reino de Dios. De hecho, si humildemente permitimos a la Escritura decirnos algo que no asumamos conocer de antemano, veremos que el significado del Reino de Dios contradice la mayoría de verdades “evidentes” de nuestra cultura y de cada cultura. Como es típico, en lugar de darnos una definición abstracta del Reino de Dios, la Escritura nos dan una historia. Es la historia que se centra en la persona de Jesucristo.

A través de los Evangelios, Jesús es presentado como la perfecta encarnación – la encarnación- del “Reino de Dios.” Cuando Jesús estaba presente, la Escritura muestra, que el Reino de Dios estaba presente. Él era en su forma encarnada, la cúpula en la cual Dios era Rey – El reino de Dios. De acuerdo a la historia del Nuevo Testamento, Jesús plantó la semilla de mostaza del Reino con su ministerio, muerte y resurrección. Él entonces dio a la Iglesia, la reunión de todo lo que se somete al Señorío de Cristo, la tarea de encarnar, vivir y expandir este Reino único.

La iglesia es llamada a ser nada menos que “el cuerpo de Cristo”. Un tipo de extensión corporativa del cuerpo encarnado de Jesús. Somos llamados a reproducir quien fue Jesús, al manifestar (con nuestras vidas) quien es Jesús.Y así es como expandimos la cúpula en la cual Dios es rey – el Reino de Dios.



[ Tomado de ReKnew.]










Dallas Willard

miércoles, 4 de diciembre de 2013



Los buenos libros nos sugieren nuevas rutas para explorar y nos presentan nuevos compañeros con quien andar.

Brian McLaren en su libro El mensaje secreto de Jesús, no solo desafió mi reducida visión del concepto del Reino de los cielos, sino también, me presentó a un compañero de camino, maestro y mentor: Dallas Willard.

Brian, en ese mismo libro me presentó a N.T. Wright. ¡Imagínense cuán agradecido estoy con el líder de la iglesia emergente!

Esta entrada va dedicada a Willard, quien falleció el pasado ocho de mayo.

Nos queda difícil no agradecer por su vida a quienes directa o indirectamente conocimos de él.

Fui conociéndolo por medio de artículos, libros y conferencias (en Youtube). Nunca tuve la oportunidad de hablar personalmente con él, pero eso no importó para inspirarme como lo hizo. Su muerte, me afectó tanto como si hubiera muerto un profesor cercano. Es una afirmación extraña, pero cierta también. La distancia no me impidió sentirlo cerca, incluso más cerca que a profesores a quienes les estrecho la mano.

Dallas Willard fue un renombrado filósofo y teólogo norteamericano –tristemente no muy conocido en Latinoamérica. Escribió importantes libros en el área de espiritualidad y discipulado cristiano especialmente. Entre sus libros más conocidos están: La Conspiración Divina, El Espíritu de las Disciplinas y Renueva tu Corazón (este último es, de lejos, el mejor libro de espiritualidad que he leído hasta ahora).

La serenidad y lucidez de Willard eran notables (miren sus conferencias, lean sus libros). Quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo mejor, no dejan de elogiar y agradecer por su vida y obra [1]. Para él, formar nuestro carácter en semejanza a Cristo, es lo que se espera de aquellos que dicen ser sus discípulos, no es algo opcional. Familiares, amigos y alumnos dan fe de que su carácter reflejaba al Maestro que siguió hasta la muerte.

Su amigo, el conocido teólogo Richard Foster preguntaba en su memorial:

"¿estaremos tan dispuestos a absorber el carácter de Cristo como Dallas lo hizo?".

Willard, estaba plenamente convencido que sin las prácticas o disciplinas espirituales no sería posible formar nuestro carácter en semejanza a Cristo. Se quejaba además del lugar que tienen estas prácticas dentro de la mayoría de iglesias cristianas hoy: en el mejor de los casos se ven como actividades complementarias.
Sostenía –y creo que con razón- que solo nos hemos centrado e intentado practicar lo que Jesús y sus discípulos decían, prestando poca y a veces ninguna atención a lo que hacían. Si las disciplinas espirituales fueron centrales en la vida de Pablo y del mismo Jesús, ¿qué nos hace pensar que deban tener menor importancia en la nuestra?

Por otra parte, consideraba desafortunado el hecho de que hoy muchas iglesias reducen la salvación al mero perdón de pecados, y descuidan así el nuevo orden de vida que se desprende de esta salvación. Se ha tendido a relacionar la salvación solo con la muerte de Cristo, pero se descuida la relación entre la salvación y la vida de Cristo (Rom 5:10).

Quien esté interesado en conocer un poco mejor la obra Dallas, puede ponerse en contacto conmigo para sugerirle algún material.

Algunas de sus citas:

Los mayores santos no son aquellos que necesitan menos de la Gracia, sino quienes más la utilizan, quienes, de hecho, tienen más necesidad de ella.


Nuestro plan para una vida de crecimiento en el reino de Dios debe ser estructurado alrededor de las disciplinas para la vida espiritual.


No se puede evadir el hecho de que vivimos a merced de nuestras ideas; esto nunca es más cierto que con nuestras ideas acerca de Dios.

Gracias por tanto, amado Willard.
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[1] Quienes quieran leer algunos de los homenajes que le han hecho, pueden visitar la cuenta principal de Dallas Willard en Twitter, y buscar los tweets del día de su muerte (8 de mayo) y días siguientes.

Viviendo agradecidos

viernes, 29 de noviembre de 2013

Era uno de esos días en los que permanezco en casa. Al dar una mirada alrededor vi que habían cosas por hacer, decidí darle una sorpresa a mamá poniendo todo en orden antes de que llegara. Eso hice.
Cuando ella llegó no se percató sino hasta la noche, cuando le conté lo que había hecho. Me agradeció, no sin a la vez recordarme que casi todos los días ella hacía lo mismo, y que en casa ya habíamos dejado de agradecerle. En realidad yo tenía más que agradecerle que ella a mi.

Aprendí que solo podemos agradecer cuando nos hemos dado cuenta de que algo nos ha sido dado (o ha sido hecho por nosotros) y lo mantenemos presente.


Entonces, vivir agradecidos es una de las características que debería sobresalir en todos nosotros como seguidores de Jesús al vivir conscientes de lo que Él ha hecho por nosotros. De hecho, el mandato que se nos dio de estar siempre gozosos (1 Tes. 5:16) no sería difícil de cumplir si permaneciéramos enfocados en quién es Él y agradeciéndole.
Si cada día miráramos a la cruz para recordar el punto al que llegó su amor hacia nosotros, sería imposible no vivir agradecidos.

Él ha hecho más de lo que le pudiéramos devolver, y al darnos todo sin nosotros merecerlo nos muestra el modo en que nosotros debemos también vivir, dando de gracia lo que por gracia hemos recibido de Él (Mt. 10:8).


¿Qué es el Reino de Dios?

miércoles, 27 de noviembre de 2013


A continuación les comparto la primera de seis entradas, de un ensayo publicado por Greg Boyd en el 2003 llamado Vivir con una consciencia de Reino. El tema del ensayo sigue siendo actual, y su aplicación va desde lo nacional hasta lo personal. Espero que lo disfruten.
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Vivir con una consciencia de Reino : Parte I


Yo quiero iniciar preguntando, “¿Qué es el Reino de Dios?” Esto puede parecer una pregunta obvia. Todos sabemos lo que es el Reino de Dios, ¿verdad? Pero, este es precisamente el problema. Es por eso (que sostengo) que el Reino de Dios está en gran medida ausente en nuestras iglesias hoy. Y es también por eso que no se suele notar su ausencia.

Porque asumimos que el significado del Reino es obvio, estamos inclinados a definir el Reino por cualquier ideal y agenda que parezca evidentemente verdadera y correcta para nosotros. Como todos somos en gran parte un producto de nuestra cultura, lo que parece evidentemente verdadero y correcto para nosotros será por lo menos influenciado, sino determinado, por lo que parece evidentemente verdadero y correcto para nuestra cultura o para cualquier subcultura de la cual hagamos parte. Es por esto, sospecho, que la Iglesia Americana hoy cristianiza en gran parte a la cultura americana, así como a la subcultura evangélica. Cada estudio realizado sobre este asunto muestra que la Iglesia Americana refleja en gran medida la Cultura Americana. Es solo que le demos a esta cultura la autoridad divina al pegar sobre ella la etiqueta de “Reino de Dios” o “Cristiana”.

Un caso clásico de esto, puede ser visto en parte de la retórica religiosa usada por estos días acerca de la Guerra en Iraq (Nota: Este ensayo fue escrito en el 2003). En lugar de simplemente sostener que América debería estar en la guerra porque piensan que es “justo” o porque piensan “en el mayor interés para la nación”, muchos cristianos, especialmente líderes cristianos, invocan el nombre de Dios – así como los musulmanes lo hacen al pelear. Algunos líderes cristianos han sostenido recientemente que pelear esta guerra y votar por el candidato que, a su modo de ver, mejor apoya la guerra “es la actitud cristiana” si no nuestro “deber cristiano”. Después de todo, peleamos no solo por nuestra nación, sino, como dicen los americanos “Por Dios y el país”. La larga y sangrienta historia de guerra ha mostrado que es difícil motivar a la gente joven a arriesgarse a perder la vida y a asesinar a otros, a menos que puedas convencerlos de que su dios tribal quiere que lo hagan y que está de su lado. “Peleamos por dios y el país” ha sido el grito de batalla de casi todos los ejércitos a lo largo de la historia.

Debemos esperar este tipo de actividad de los reinos caídos de este mundo. Pero cuando los cristianos combinan el Reino de Dios con el tribalismo nacionalista, el resultando es catastrófico. El Mesías crucificado, en la guerra se convierte solo en otra típica deidad tribal.

En el nombre de Aquel que nos enseñó a bendecir a quienes nos persiguen, nos involucramos en ataques preventivos contra aquellos que pueden en algún momento futuro amenazarnos probablemente. En el nombre de Aquel que nos mandó a poner la otra mejilla cuando nos golpean, nos aseguramos de golpear primero su mejilla. En el nombre de Aquel que nos enseñó a amar a nuestros enemigos, los bombardeamos.  En el nombre de Aquel que fue crucificado por malhechores, crucificamos a aquellos que se oponen a nuestros intereses nacionales o a quienes puedan oponerse potencialmente algún día.

Necesitamos entender que esta fusión idólatra del Reino de Dios con el auto-interés nacionalista es la forma más común de idolatría practicada a través de la historia de la iglesia. Es la mentalidad que alimentó Las cruzadas y la Inquisición. Es por eso que la historia de la iglesia es tan sangrienta como cualquier nación bárbara. La fusión del Reino de Dios con el auto-interés nacionalista es diabólicamente tentadora precisamente porque parece “evidentemente correcta” para aquellos que hacen parte de la nación.

Piensa lo que quieras sobre la Guerra en Iraq. Tal vez pienses que encaja en los criterios de “guerra justa”, tal vez no. Yo no estoy aquí para discutir los méritos relativos de ésta o cualquier otra guerra. Pero, por el amor de Dios – literalmente- no contaminen el santo nombre del Mesías crucificado al asociarlo con los violentos sentimientos nacionalistas! La “santidad” – la separación – de Jesucristo y el Reino que él vino a establecer, es profanado cuando éste en cualquier forma remota está asociado con la demasiado típica, sangrienta, actividad del reino de este mundo.

Mi punto es que si no tenemos absolutamente claro qué es el Reino de Dios, terminamos infundiendo con cada fuerte sentimiento personal, cultural o nacionalista lo que hemos sentido y lo que parece “evidentemente” correcto para nosotros. Entonces, nos engañamos a nosotros mismos al pensar que estamos haciendo avanzar el Reino de Dios cuando, de hecho, estamos solamente haciendo avanzar nuestro auto-interés personal o nacional. Cristianizamos nuestro condicionamiento cultural y llegamos a ser culpable de una idolatría grotesca. Todo esto resulta al asumir que el Reino de Dios es evidente.

Desconociendo a Dios.

lunes, 25 de noviembre de 2013


Oseas profetizó en un periodo marcado por la idolatría y la continua desobediencia tanto del Reino del Norte como del Reino del Sur (5:5; 5:10-11). La profecía denuncia la infidelidad de Israel al irse tras dioses que prometían fertilidad y abundancia, olvidando así al Dios que prometió bendecirlos si permanecían fieles a su alianza. Además, cuando Israel/Efraín se vio en necesidad, buscó su auxilio, al igual que Judá (Isaías 30:1-7), en potencias del momento, evitando acudir al Único que podía satisfacer verdaderamente sus necesidades.



A lo largo del libro, el profeta enfatiza la falta de conocimiento de Israel, respecto a Dios y sus mandamientos. Este desconocimiento es visto como la causa de su destrucción, como se ve en 4:6. El profeta, parece no estarse refiriendo a un desconocimiento completo de quien era Dios, sino al hecho de que Israel no lo tuviera presente en su camino y al mismo tiempo a no reconocerlo como su Dios. Por las imágenes que el profeta emplea para hablar de Dios (padre, esposo), vemos que tiene en mente un conocimiento relacional, vivencial, con el Señor. En el 8:2, en medio de una sección donde se enfatiza la desobediencia de Israel, se muestra el clamor de éste diciendo: “¡Dios mío, los de Israel te conocemos! tal declaración es desmentida por su conducta, y solo puede entenderse como una ironía, pues conocer al Señor implica actuar acorde al conocimiento que se tiene de Él. Israel, no reconoce los preceptos de su Señor, los ha llegado a considerar como algo extraño (8:12), dos versos después el profeta concluye que Israel se ha olvidado de su hacedor (8:14). 

Este marcado énfasis del profeta tiene por finalidad mostrar que la corrupción de Israel se desprende de una falta de conocimiento de Dios, un conocimiento que debe estar íntimamente ligado y a su vez evidenciado en la fidelidad a Él. Nada ganarían con la práctica de rituales si su corazón estaba alejado de Dios.

“Porque más me deleito en la lealtad que en el sacrificio, y más en el conocimiento de Dios que en los holocaustos” (Oseas 6:6, LBLA).

El libro de Oseas, no solo le promete castigo a Israel, como se ve en el 8:13, 9:7, 9:17, sino además restauración (11:1-11, 14:1-4). El propósito del libro tiene que ver con el llamado que Dios le hace a Israel para que se arrepienta y regrese a Él, quien no ha dejado de amarlos aun en su infidelidad. Aun el juicio es una manera como Dios busca que sus hijos se vuelvan a Él; quien los hirió, es el único que los puede sanar.


¿Ves alguna similitud entre la historia de Israel y tu propia historia?

No busques atención, busca impacto.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Este artículo fue publicado originalmente en inglés aquí.
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A todos nos gusta tener atención. Parece que todos gritamos al mismo tiempo, y parece imposible escuchar entre la conmoción.

Reconocemos el problema, pero solo aceptamos que “así son las cosas ahora”.

Sin embargo, las cosas no tienen que ser así. Esa urgencia por constante atención es un problema humano, no solo un asunto del siglo 21. ¿Cómo evitamos volvernos parte del ruido? Hay 2 cambios de mentalidad que serán de ayuda.

Amor de Dios e inseguridad humana.

sábado, 16 de noviembre de 2013


Marcos Baker

Desde Adán y Eva, el ser humano ha venido cargando con sentimientos de vergüenza y temor. Al igual que ellos, hoy seguimos usando nuestras propias “hojas de higuera” para ocultar nuestros miedos, para cubrir nuestras limitaciones e imperfecciones.

Estos sentimientos de vergüenza e inseguridad tienden a ser reforzados por las expectativas que otros tienen de nosotros, aun cuando no siempre haya una mención explícita de lo que se espera de nosotros, a menudo sentimos que no damos la talla, que no calificamos de acuerdo a las expectativas que los demás tienen.

Otra razón que tiende a reforzar nuestras inseguridades son las experiencias que hemos tenido con personas de autoridad. ¿Cómo nos hemos sentido frente a maestros? ¿Cuál es nuestra actitud frente a militares y políticos? Baker nos comenta de palabras que ha escuchado usar con frecuencia a hondureños para calificar estas autoridades en sus vidas: rígidos, estrictos, golpeadores, injustos, superiores, inaccesibles, distantes, que abusan de su poder.

Tristemente, muchas de estas características que vemos en las autoridades humanas tendemos a proyectarlas en Dios (quien se presenta como la máxima autoridad) acentuando así nuestra inseguridad.


En la iglesia se nos ha presentado a Dios como todopoderoso y como un Dios de gloria. Y es así. Sin embargo para una persona que ha sufrido abuso, el hecho de que se enfatice en el poder y la autoridad de Dios, por sobre otros atributos, muchas veces en lugar de contribuir para que las personas se acerquen a Dios confiadamente, más bien puede llevarlos a ver a Dios como distante e inaccesible, que ante cualquier equivocación castiga, como muchas de sus autoridades inmediatas.

En lugar de presentar a un Dios así, la Biblia presenta un Dios que es lento para la ira y rico en misericordia (Jonás 4:2). Aun en los relatos del Antiguo Testamento, en donde parece que Dios se mostrara como un Dios de ira y juicio, podemos ver su amor. Esta ira y enojo de Dios es precisamente una expresión de su amor, él no permanece indiferente ante los abusos e injusticias (Jeremías 5.26-29).

Ahora... en Jesús podemos conocer realmente cómo es el carácter de Dios. Vemos cómo él decidió asumir una condición vulnerable para revelarnos al Padre y liberarnos de nuestra desviada condición, al entregar su vida por nosotros, como expresión máxima de amor. Él, el Dios hecho hombre, entiende muy bien los sentimientos que nos visitan: rechazo, ira, temor, humillación; él los sintió.

Nuestras anhelos de grandeza, de gloria, (que despiertan en nosotros auto-desprecio por no dar la medida), deberían revisarse a la luz de lo que en la Biblia significó la mayor expresión de gloria jamás dada: la cruz.

Jesús nos invita a abrazar nuestra condición vulnerable y frágil, nuestra propia pequeñez; y darnos cuenta que no tenemos por qué pretender ser más de lo que somos. Todos somos hijos e hijas de Adán y Eva. Todos necesitamos ser sanados y perdonados por la cruz y el amor de Dios.

Sin duda mucho de lo compartido por Marcos en este libro, será de gran ayuda para quienes buscan abandonar la inseguridad y así poder servir a otros. El camino para lograrlo no siempre es el mismo para todos, sin embargo, vemos cuán determinante es la imagen que tengamos de Dios a la hora de abrazar y aceptar quienes somos. Dios, ama y acepta a sus hijos a pesar de sus fracasos y limitaciones, no nos pide ser más de lo que somos para podernos amar. Es precisamente a la luz de tal mirada que debemos mirarnos a nosotros.

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Libro: ¿Dios de ira o Dios de amor? : Cómo superar la inseguridad y ser libres para servir.
Autor: Marcos Baker
Editorial: Kairós.

Si quiere conocer más sobre el libro y el autor: Entrevista a Marcos Baker.

¿Deberíamos disculparnos por la Iglesia?

miércoles, 13 de noviembre de 2013


¿Cómo reacciona la gente cuando les dices (o se dan cuenta) de que eres cristiano? Las respuestas no son siempre buenas, pareciera que la imagen del cristianismo ha sido manchada por cierto tipo de “cristianos” que la desacreditan con sus actos. Pero, ¿cómo reaccionas tú frente a esas respuestas? 
Con el siguiente artículo te invito a reflexionar al respecto. Fue publicado originalmente aquí y ha sido adaptado.



Me pongo nervioso cada vez que alguien me pregunta a qué me dedico. Odio esa pregunta porque decirle a un extraño que soy un pastor invita a todo tipo de respuestas. Y, a veces, esas respuestas pueden ser negativas 

He aprendido que las respuestas negativas que recibo por mi línea de trabajo no tienen nada que ver con quién soy yo, porque la mayor parte de esa gente no me conoce. Solo responden a los cristianos en general. 

En esos momentos me veo tentado a explicar qué tipo de pastor y cristiano soy, y qué tipo de cristiano no soy. Quiero que sepan que no soy como esos cristianos que disgustan a la mayoría de personas.

Como yo, puede que te sientas tentado a distanciarte de aquellos que han hecho mal, y sentir que tienes que defenderte a ti mismo.

Pero señalar lo que está mal en otros cristianos no funciona. La crítica más común que escucho sobre los cristianos y la iglesia es que somos hipócritas. Y, ¿qué tan hipócrita es señalar las fallas de otros cristianos y no reconocer las nuestras?

Quizás la mejor cosa que podemos hacer es hablar, sin vergüenza, de nuestras quebrantadas almas. Deberíamos admitir que todos nosotros, de un modo u otro, no somos como Jesús. No deberíamos huir de nombrar nuestras fallas o las fallas de otros cristianos como un todo. 

La fe Cristiana nos enseña que todos nosotros hemos fallado, hecho lo malo y tomado malas decisiones. Admitir que has pecado es central en ser cristiano. Entonces, ¿por qué nos apresuramos a ignorar nuestra debilidad y señalar con el dedo a otros? Tenemos que estar dispuestos a ser dueños de nuestros propios errores y de los errores de otros.

Pero no podemos detenernos allí. Deberíamos estar dispuestos, en verdadera humildad, a disculparnos por nuestros errores y por los errores de la iglesia. Deberíamos admitir que nos hemos equivocado, causado dolor y que compartimos la culpa de representar mal a Jesús. 

En mi experiencia, la gente no espera que los cristianos sean perfectos. Ninguna de las veces que he admitido mis fallas la gente se ha sorprendido. Resulta que ya todos sabían que soy imperfecto. Solo han estado esperando a que yo sea honesto con mis imperfecciones. Con mucha frecuencia criticamos el comportamiento de otros y los condenamos por su grave pecado, mientras ignoramos nuestro propio comportamiento de pecado. 

Si somos más honestos y abiertos sobre nosotros mismos, veríamos el tronco en nuestro propio ojo y sabríamos que tenemos mucho trabajo que hacer en nosotros mismos antes de que podamos tratar con la astilla en los ojos de nuestros hermanos y hermanas. Y si practicamos este tipo de honestidad y franqueza, después entonces podremos hablar sobre algo más, a saber: la gracia, amor y el poder transformador de Dios.

Es entonces cuando podemos pasar de hablar sobre todas las cosas malas a las que el cristianismo ha llegado y en lugar de eso hablar de las cosas buenas que Jesús nos ha dado. Cuando otros ven esto, hay una oportunidad de que ellos estén dispuestos a ser más abiertos sobre sus heridas también. Si esto pasa, ya no necesitaremos decirle a nadie como no somos, porque ya sabrán cómo somos.

Pequeños actos de amor.

lunes, 11 de noviembre de 2013


En un mundo marcado por el egoísmo, el servicio desinteresado se torna un acto revolucionario.

Les comparto una entrada que nos invita a ser generadores de pequeños cambios a través del servicio a los demás. Tomé este artículo de la página de Peaceworks, un movimiento juvenil que se toma en serio las enseñanzas de paz compartidas por Jesús. Los paréntesis en gris no hacen parte del texto original.
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Cosas que puedes hacer

Aquí está una lista de algunas cosas sencillas que podemos hacer para cambiar nuestros comportamientos y actitudes. Siguiéndolos, podemos ayudarnos a ser más felices y al mismo tiempo versiones más pacíficas de nosotros mismos. Trata de hacer algunas de estas cosas cada día y te sorprenderás al ver el gran impacto que tendrán sobre ti y sobre las personas que te rodean. Lee las listas y probablemente notarás, que la mayoría de estas ideas están diseñadas para desplazar la atención de nuestras necesidades, hacia las necesidades de los demás.


Da de tu tiempo. 

Ayuda a un niño, cuida niños, toca música para los ancianos, ayuda a un conductor varado, poda el jardín de un vecino (o barre la acera de su casa), lee para alguien, regresa el carrito del supermercado a su lugar, ayuda a alguien que esté perdido o desorientado, permítele a alguien estar delante de ti en una fila (si eres el último), escribe una carta, recoge basura, escucha realmente a un amigo, recoge dinero para una obra de caridad, sé entrenador de un equipo deportivo, únete a un grupo de estudio bíblico, cocina algo para alguien, saca la basura, sé un modelo a seguir, ayuda a un compañero de trabajo (o estudio), escribe una nota de agradecimiento, invita a alguien a una festividad, sé voluntario en algo, reflexiona, ora.

Da de tus cosas.

Dona cosas o dinero a obras de caridad, paga la cuenta de alguien, deja una propina generosa, lleva dulces al trabajo (o al estudio), dona algo cuando te pidan en una tienda, da cosas que no uses a amigos y vecinos, patrocina a un niño, conformarte con menos.



Da de ti mismo.

Comparte tu sombrilla, ofrece un paseo, permite que alguien se te adelante en el tráfico, acepta tus errores, sé amable, no trates de maximizar tu posición en todo, exalta a algún niño, concede tu lugar a alguien en el parqueadero, que no necesites tener siempre la razón, ofrece tu asiento a alguien más, da cumplidos, sé humilde, quéjate menos, haz sonreír a alguien, maneja cortésmente, anima a alguien, perdona a alguien, sé agradecido, sé una persona positiva, sé cortes en la red, di algo agradable acerca de alguien, di gracias, escribe una lista de cosas que realmente aprecias.



Toma un riesgo.

Háblale a una persona sin hogar, da un abrazo, saluda a alguien, sonríele a alguien, sé amable con alguien que te desagrada, preséntate ante una nueva persona, haz un comentario positivo o dale “me gusta” a un sitio de internet (que se preocupe por la gente), defiende a alguien, pide perdón a alguien, renueva una amistad, cierra una conversación negativa, no juzgues a nadie (tú no conoces su historia); pregúntale a alguien por su historia, pregúntale a alguien sobre su cultura, sobre su opinión respecto a algo.


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La entrada original la pueden leer aquí: Things You Can Do.
 

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