A continuación les comparto la primera de seis entradas, de un ensayo publicado por Greg Boyd en el 2003 llamado Vivir con una consciencia de Reino. El tema del ensayo sigue siendo actual, y su aplicación va desde lo nacional hasta lo personal. Espero que lo disfruten.
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Vivir con una consciencia de Reino : Parte I
Yo quiero iniciar preguntando, “¿Qué es el Reino de Dios?” Esto puede parecer una pregunta obvia. Todos sabemos lo que es el Reino de Dios, ¿verdad? Pero, este es precisamente el problema. Es por eso (que sostengo) que el Reino de Dios está en gran medida ausente en nuestras iglesias hoy. Y es también por eso que no se suele notar su ausencia.
Porque asumimos que el significado del Reino es obvio, estamos inclinados a definir el Reino por cualquier ideal y agenda que parezca evidentemente verdadera y correcta para nosotros. Como todos somos en gran parte un producto de nuestra cultura, lo que parece evidentemente verdadero y correcto para nosotros será por lo menos influenciado, sino determinado, por lo que parece evidentemente verdadero y correcto para nuestra cultura o para cualquier subcultura de la cual hagamos parte. Es por esto, sospecho, que la Iglesia Americana hoy cristianiza en gran parte a la cultura americana, así como a la subcultura evangélica. Cada estudio realizado sobre este asunto muestra que la Iglesia Americana refleja en gran medida la Cultura Americana. Es solo que le demos a esta cultura la autoridad divina al pegar sobre ella la etiqueta de “Reino de Dios” o “Cristiana”.

Debemos esperar este tipo de actividad de los reinos caídos de este mundo. Pero cuando los cristianos combinan el Reino de Dios con el tribalismo nacionalista, el resultando es catastrófico. El Mesías crucificado, en la guerra se convierte solo en otra típica deidad tribal.
En el nombre de Aquel que nos enseñó a bendecir a quienes nos persiguen, nos involucramos en ataques preventivos contra aquellos que pueden en algún momento futuro amenazarnos probablemente. En el nombre de Aquel que nos mandó a poner la otra mejilla cuando nos golpean, nos aseguramos de golpear primero su mejilla. En el nombre de Aquel que nos enseñó a amar a nuestros enemigos, los bombardeamos. En el nombre de Aquel que fue crucificado por malhechores, crucificamos a aquellos que se oponen a nuestros intereses nacionales o a quienes puedan oponerse potencialmente algún día.

Piensa lo que quieras sobre la Guerra en Iraq. Tal vez pienses que encaja en los criterios de “guerra justa”, tal vez no. Yo no estoy aquí para discutir los méritos relativos de ésta o cualquier otra guerra. Pero, por el amor de Dios – literalmente- no contaminen el santo nombre del Mesías crucificado al asociarlo con los violentos sentimientos nacionalistas! La “santidad” – la separación – de Jesucristo y el Reino que él vino a establecer, es profanado cuando éste en cualquier forma remota está asociado con la demasiado típica, sangrienta, actividad del reino de este mundo.
Mi punto es que si no tenemos absolutamente claro qué es el Reino de Dios, terminamos infundiendo con cada fuerte sentimiento personal, cultural o nacionalista lo que hemos sentido y lo que parece “evidentemente” correcto para nosotros. Entonces, nos engañamos a nosotros mismos al pensar que estamos haciendo avanzar el Reino de Dios cuando, de hecho, estamos solamente haciendo avanzar nuestro auto-interés personal o nacional. Cristianizamos nuestro condicionamiento cultural y llegamos a ser culpable de una idolatría grotesca. Todo esto resulta al asumir que el Reino de Dios es evidente.
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