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¿Deberíamos disculparnos por la Iglesia?

miércoles, 13 de noviembre de 2013


¿Cómo reacciona la gente cuando les dices (o se dan cuenta) de que eres cristiano? Las respuestas no son siempre buenas, pareciera que la imagen del cristianismo ha sido manchada por cierto tipo de “cristianos” que la desacreditan con sus actos. Pero, ¿cómo reaccionas tú frente a esas respuestas? 
Con el siguiente artículo te invito a reflexionar al respecto. Fue publicado originalmente aquí y ha sido adaptado.



Me pongo nervioso cada vez que alguien me pregunta a qué me dedico. Odio esa pregunta porque decirle a un extraño que soy un pastor invita a todo tipo de respuestas. Y, a veces, esas respuestas pueden ser negativas 

He aprendido que las respuestas negativas que recibo por mi línea de trabajo no tienen nada que ver con quién soy yo, porque la mayor parte de esa gente no me conoce. Solo responden a los cristianos en general. 

En esos momentos me veo tentado a explicar qué tipo de pastor y cristiano soy, y qué tipo de cristiano no soy. Quiero que sepan que no soy como esos cristianos que disgustan a la mayoría de personas.

Como yo, puede que te sientas tentado a distanciarte de aquellos que han hecho mal, y sentir que tienes que defenderte a ti mismo.

Pero señalar lo que está mal en otros cristianos no funciona. La crítica más común que escucho sobre los cristianos y la iglesia es que somos hipócritas. Y, ¿qué tan hipócrita es señalar las fallas de otros cristianos y no reconocer las nuestras?

Quizás la mejor cosa que podemos hacer es hablar, sin vergüenza, de nuestras quebrantadas almas. Deberíamos admitir que todos nosotros, de un modo u otro, no somos como Jesús. No deberíamos huir de nombrar nuestras fallas o las fallas de otros cristianos como un todo. 

La fe Cristiana nos enseña que todos nosotros hemos fallado, hecho lo malo y tomado malas decisiones. Admitir que has pecado es central en ser cristiano. Entonces, ¿por qué nos apresuramos a ignorar nuestra debilidad y señalar con el dedo a otros? Tenemos que estar dispuestos a ser dueños de nuestros propios errores y de los errores de otros.

Pero no podemos detenernos allí. Deberíamos estar dispuestos, en verdadera humildad, a disculparnos por nuestros errores y por los errores de la iglesia. Deberíamos admitir que nos hemos equivocado, causado dolor y que compartimos la culpa de representar mal a Jesús. 

En mi experiencia, la gente no espera que los cristianos sean perfectos. Ninguna de las veces que he admitido mis fallas la gente se ha sorprendido. Resulta que ya todos sabían que soy imperfecto. Solo han estado esperando a que yo sea honesto con mis imperfecciones. Con mucha frecuencia criticamos el comportamiento de otros y los condenamos por su grave pecado, mientras ignoramos nuestro propio comportamiento de pecado. 

Si somos más honestos y abiertos sobre nosotros mismos, veríamos el tronco en nuestro propio ojo y sabríamos que tenemos mucho trabajo que hacer en nosotros mismos antes de que podamos tratar con la astilla en los ojos de nuestros hermanos y hermanas. Y si practicamos este tipo de honestidad y franqueza, después entonces podremos hablar sobre algo más, a saber: la gracia, amor y el poder transformador de Dios.

Es entonces cuando podemos pasar de hablar sobre todas las cosas malas a las que el cristianismo ha llegado y en lugar de eso hablar de las cosas buenas que Jesús nos ha dado. Cuando otros ven esto, hay una oportunidad de que ellos estén dispuestos a ser más abiertos sobre sus heridas también. Si esto pasa, ya no necesitaremos decirle a nadie como no somos, porque ya sabrán cómo somos.

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