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Imitar a Jesús.

martes, 17 de diciembre de 2013



Por definición, entonces, el Reino se parece a Jesús. Esta es su esencia. Y participamos en este Reino en la medida –y solo en la medida- en que nos parecemos a Jesús.

Por ello, el Nuevo Testamento pone tanto énfasis en imitar a Jesús. Por ejemplo, Pablo manda a los efesios a, “Ser imitadores de Dios”. Él explica entonces lo que quiere decir exactamente cuando añade, “Vivan en amor, así como Cristo nos amó y dio su vida por nosotros” (Efesios 5:1-2). Piensa seriamente en esto. Estamos llamados nada menos que a imitar a Dios. Esto es precisamente lo que significa ser “santo” o “como Dios”. La palabra griega para imitar significa “hacer mímica” ser “mimo” o “sombra” de alguien más. Así mismo estamos llamados a ser la sombra que Jesús emite. Una sombra nunca hace algo distinto de lo que la emite. Así también debemos hacer lo que vimos hacer a Dios en Jesucristo. Debemos amar como Cristo nos amó en el Calvario. Nada más y nada menos.

Pablo enfatiza que la calidad del amor expresada en el Calvario es algo en lo cual estamos llamados a vivir. El amor no es algo que se supone debamos hacer ocasionalmente, cuando es conveniente, cuando estemos con buen ánimo o cuando nos guste la otra persona. Más bien, la calidad de amor del Calvario es algo que debe ser tejido dentro de la fábrica de nuestra vida – nuestra respiración, nuestras ondas cerebrales y los latidos de nuestro corazón. El momento de tu llamado para amar es cuando respiras, cuando estás consciente, cuando tu corazón late.

El apóstol Juan enseña esencialmente la misma cosa cuando define el amor como “Jesucristo entregando su vida por nosotros”. Él luego añade que por esta razón, “también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (I Juan 3:16). Estamos llamados a amar, lo cual significa que hemos de reproducir el amor expresado en el Calvario hacia los demás.


Este amor en el cual estamos llamados a vivir no es un sentimiento o algo abstracto: éste siempre toma forma en la acción – como el amor de Dios lo hizo en el Calvario. Y esta es la razón por la que Juan inmediatamente nos provee de una ilustración concreta pare referirse a este amor.

Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en Él? Queridos hijos no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad. (I Juan 3:17-18)
Este es el Reino de Dios. De hecho, esta es la definición de “Cristiano,” de ahí lo de parecerse a Cristo. Esto no consiste principalmente en pensar y decir las cosas correctas – “la doctrina correcta” como muchos insisten. Se trata de hacer las cosas como Jesús. Consiste en la calidad de ACCIÓN expresada en el Calvario. En sacrificarte para satisfacer una necesidad cuando la veas. En imitar a Cristo con cada respiración, onda cerebral y latido del corazón.

Porque estamos llamados a amar como Cristo nos amó, debemos amar sin considerar quienes lo merecen y quienes no. Nunca debemos permitir que el sentido común triunfe sobre el amor que estamos llamados a dar. Jesús nos enseñó:

Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan. … amen a sus enemigos, háganles bien, y denles prestado sin esperar nada a cambio… Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. (Lucas 6:27-28, 35-36)
A esto se parece la calidad del amor expresado en el Calvario, y a esto, por definición, es a lo que se parece el Reino de Dios. Debemos ser misericordiosos como el Padre ha sido misericordioso con nosotros – incondicionalmente e indiscriminadamente.



[Tomado de ReKnew]

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