Lindo ¿no?
Generosidad, alegría, unidad, fraternidad, recogimiento. Son palabras que usualmente se usan para describir esta época.
…pero usted al igual que yo, sabemos que no siempre son adecuadas.
Algunos, de hecho, viven una experiencia navideña que se acerca más a lo opuesto.
Es desafortunado ver cómo algunos contraen deudas, para cumplir por estas fechas las expectativas generadas por la sociedad de consumo.
Encienda la televisión, mire los múltiples anuncios que nos invitan a aprovechar los bonos navideños para conseguir aquello que no necesitamos (¡si nos persuaden en el día estando bien despiertos imagínense su efecto en la noche!). Justo después de los comerciales, llega la emisión de noticias presentando los últimos accidentes de tránsito y las muertes producidas por conductores ebrios. En definitiva, un mes de excesos y contrastes.
Si usted al igual que yo, ha sido engañado por la enternecedora figura de Papá Noel, lo invito a que más bien enfoque su mirada, no en el gordito comercial, sino en la no solo enternecedora sino conmovedora figura del bebé en el pesebre.
Piense un momento, si en Jesús Dios decide revelarse plenamente, si él es la imagen del Dios invisible como dice Colosenses 1:15 ¿qué nos dice la primera navidad acerca de Él?
Hay dos palabras que se me vienen a la mente al instante: vulnerabilidad y humildad. Si usted ha creído en el gran misterio del Dios humanado, el Dios que decide habitar entre nosotros, no dejará de maravillarse ante su decisión.
El autor Philip Yancey lo expresa de una bella manera:
El Dios que creó la materia tomó forma dentro de ella, como un artista se pudiera convertir en un punto de un cuadro o un dramaturgo en un personaje de su propia obra.
Prosigue el autor: “Dios, quien no conoce límites, asumió los confines sorprendentes de la piel de un niño, las limitaciones ominosas de la mortalidad”.
La navidad, es entonces la celebración de que Dios se hizo como uno de nosotros para expresar el inexpresable amor divino hacia la humanidad. En Jesús, Dios elige otra manera de presentarse como el Dios que desea habitar en medio de su pueblo, como Emanuel, ya antes a través del tabernáculo y el templo lo había indicado. Ahora, en aquel frágil y vulnerable bebé judío, nos sigue invitando a que lo miremos como próximo, cercano, como aquel Dios que no es indiferente ni ajeno a nuestros sentires.
En ese establo yacía la esperanza encarnada. ¡La luz llegó al mundo! como diría el apóstol Juan.
Que nuestra celebración navideña pueda recuperar tal significado. Que las luces nos recuerden la gran Luz que vino al mundo.Que nuestros actos de generosidad y servicio se desprendan de nuestro agradecimiento a Dios, por habernos entregado el regalo más preciado, jamás dado, Su propio hijo.
Dios dirige su mensaje a todos, a quienes viven esta época con excesos y a quienes la viven con austeridad, a quienes la viven para otros, y a quienes la viven para sí mismos.
Aunque cueste creerlo, no olvide que Dios es como se nos mostró en Jesús, ¡incluyendo su nacimiento! Yancey, lo dice así: "Los acontecimientos de la navidad apuntan de forma inexorable a lo que parece una contradicción de términos: un Dios humilde".
¿No le parece ese un motivo suficiente para celebrar?
Feliz Navidad.
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