Esta época del año nos pone más reflexivos que de costumbre. En mi caso, mi mente se convierte en cine que proyecta mis hazañas del año; es como una maratón de recuerdos de diferentes géneros, lo que tienen en común está en la lista de créditos: sé que sin Dios nada de lo que viví hubiera sido posible, él me rodeó y llenó con su amor y sus detalles mantuvieron mi corazón enamorado.
Ahora, un nuevo tramo de camino para recorrer está frente a nosotros, es el 2014 que está listo para estrenarse. Estamos comenzando otra vuelta en la carrera de la vida; la expectativa por las cosas que vendrán en este año y los entusiastas comentarios llenan el ambiente.
Hay algo que la mayoría de nosotros tenemos en común: queremos ser mejores y guardamos la esperanza de que en verdad las cosas pueden serlo. Esta época del año pone al descubierto ese gran anhelo que hay en cada persona, por algo más grande, por estar completos, por tener paz.
Estamos dispuestos a trabajar duro para lograr nuestras metas y las escribimos para no olvidarlas, no hay problema en eso. El problema surge cuando nuestra motivación para lograr lo que nos hemos propuesto es llenar un vacío en nosotros. Cuando luchamos solo por nosotros mismos terminaremos más cansados y aún vacíos. Como diría San Agustín: "mi alma está inquieta, hasta que descanse en ti [Dios]"
Nada de lo que puedas lograr te va a llenar por completo, porque no fuimos hechos para ser llenos por nuestra autosuficiencia y nuestros logros. El apóstol Pablo, quien por todos sus antecedentes pudo haber tenido mucho de qué jactarse, dijo que todo lo que consideraba ganancia, lo estimó como pérdida por amor de Cristo. (Fil 3:7).
Dios es fiel, y cuando decido alinear mis metas con sus propósitos, dejando que Él sea el Señor, puedo por fin descansar. Sigo esforzándome y sigo caminando mientras soy moldeada por Él, pero puedo vivir un día a la vez porque aunque aún no llego al final, y aunque el camino por delante es largo, sé que soy completa y mi esperanza un día será cumplida en su totalidad.
Pablo lo dice mejor:
No quiero decir que ya llegué a la perfección en todo, sino que sigo adelante. Estoy tratando de alcanzar esa meta, pues esa es la razón por la cual Jesucristo me alcanzó a mí. (Filipenses 3:12 PDT)
Es mi oración que podamos vivir un día a la vez, en el aquí y ahora, con nuestros ojos abiertos a lo que Dios hace, él es siempre fiel; y con nuestras vidas dispuestas a servir en cada oportunidad que se presente.